Cloud vs. On-Premise en EMRs: Ventajas, Riesgos y Tendencias

Un profesional de laboratorio de fertilidad sostiene una tablet con el registro digital de una paciente, mostrando el seguimiento de ovocitos y embriones en un entorno clínico limpio y moderno.

Hace unos años, la mayoría de las clínicas de fertilidad que conocía, y muchas empresas de otros sectores también, preferían tener sus sistemas “in house”.

Un servidor, o varios, en una sala con aire acondicionado (también he visto ventiladores…), un técnico de confianza y la sensación de control absoluto sobre los datos.

Hoy, ese modelo se queda atrás.

La nube ya no es el futuro, es una realidad. Y aunque todavía genera cierta desconfianza en algunos entornos sanitarios, sus ventajas son difíciles de ignorar.

La diferencia esencial está en dónde se aloja y gestiona el sistema.

En un modelo on-premise, el software se instala en los servidores físicos de la clínica.

En cambio, un EMR en la nube (cloud) se ejecuta en centros de datos externos, accesibles desde cualquier lugar con conexión segura.

Ventajas del modelo Cloud

  • Acceso remoto y flexibilidad:
    Permite trabajar desde distintas sedes o incluso desde casa, algo impensable hace unos años. ¿Cuántos doctores o se ven en la necesidad de acceder a un expediente médico desde un congreso o durante una reunión fuera de la clínica?
  • Actualizaciones automáticas: El sistema se mantiene siempre al día sin depender del personal técnico de la clínica ni requerir interrupciones del servicio.
  • Seguridad avanzada: Los proveedores cloud invierten en cifrado, copias redundantes y cumplimiento normativo (como el GDPR o la HIPAA) a niveles que pocas clínicas podrían mantener por sí solas.
    Es como tener un equipo de ciberseguridad vigilando tus datos las 24 horas, sin necesidad de tenerlo en plantilla.
  • Escalabilidad:Si la clínica crece o se abren nuevas sedes, el sistema puede adaptarse sin necesidad de comprar nuevos servidores.
    Lo que antes implicaba semanas de instalación y configuración ahora puede resolverse con un simple ajuste en la suscripción.

Riesgos y percepciones

La resistencia al cambio sigue existiendo, y no sin razón.

Los principales temores suelen ser la pérdida de control sobre los datos, la dependencia del proveedor y la conectividad: “¿qué pasa si se cae internet?”.

También hay un componente psicológico: muchas clínicas se sienten más seguras sabiendo que “sus datos están aquí”, aunque eso no siempre signifique que estén mejor protegidos.

El reto está en entender que la seguridad no depende del lugar físico donde están los datos, sino de cómo se gestionan: quién accede, qué protocolos se aplican y cómo se supervisan los riesgos.

Tendencias: el equilibrio híbrido

En salud, el modelo híbrido (una parte local y otra en la nube) es hoy una situación bastante común.

¿Por qué?

Porque muchas clínicas ya cuentan con sistemas antiguos o con equipos que necesitan conexión directa, hablamos de  incubadores, analizadores o estaciones de trabajo, y no pueden depender solo de internet.

Al mismo tiempo, buscan aprovechar las ventajas de la nube: flexibilidad, acceso remoto y menor carga de mantenimiento.

Por ejemplo:
El EMR puede estar alojado en cloud, permitiendo acceder desde distintas sedes o dispositivos.

Pero las imágenes y vídeos del laboratorio se guardan localmente para abrirlos con mayor rapidez o cumplir con requisitos normativos.

Este equilibrio permite a las clínicas avanzar hacia lo digital sin renunciar al control que les ofrece la infraestructura local.

Y a medida que la tecnología avanza, cada vez más funciones se trasladan a la nube, sin que eso signifique perder el modelo híbrido, sino hacerlo más inteligente y adaptable.

Conclusión

La decisión entre cloud y on-premise no es solo técnica, es también estratégica.

Depende del tamaño de la clínica, su nivel de madurez digital y la confianza que tenga en su proveedor.

Pero una cosa es clara: la tendencia global avanza hacia modelos más conectados y sostenibles, donde la nube desempeña un papel cada vez más protagonista.

Al final, lo importante no es dónde están los datos, sino qué haces con ellos y cómo garantizas su seguridad, accesibilidad y valor clínico.

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